ALFARERIAS DE PATERNA
por Teresa Paye
En Paterna había las siguiente alfarerías
· Una detrás del Cementerio a la que llamábamos “Rafaelíto el de la Cantarería”.
· Otra que está donde hoy el chalet de Pecino, su dueño era Fernando “El Chiquito”, familia de los “Cantareros”.
· Otra la “Cantarería del Niño”, que así era conocida situada al lado de la Fuentecita., también familia de los “Cantareros”
Todas estas cantarerías hacían ladrillos, tejas, lebrillos, cántaros, y maceteros.
Había dos clases de barro que se mezclaban para hacer los ladrillos: el barro normal, que se obtenía del barrero que había detrás del Cerrillo de Jerez y de Cortegana, y el barro “fuerte”, que se sacaba del “Barrero”, que estaba en el pozo del mismo nombre en la carretera de Alcalá. Si el barro no se mezclaba, al cocerse los ladrillos, se rajaban.
El barro lo traían a las alfarerías los arrieros. De Cortegana lo porteaba “El Viñolero” y su padre con unos cuantas bestias. Precisamente aquí murió un hermano de mi madre al que, sacando barro, se le vino una avalancha de tierra encima y perdió allí mismo la vida.
Dionisia Macho Carrasco no explica como se hacían los ladrillos
Mi padre traía el barro normal de Cortegana y el fuerte de “El Barrero”, el primero se extendía en el “mantillo”, una explanada con arena para que no se pegase a la tierra, donde se dejaba secar hasta el día siguiente. El barro “fuerte” se echaba en una pila grande con agua y se removía hasta que quedase bien disuelto. Al día siguiente, una vez seco el barro de Cortegana, se mezclaba con el fuerte que estaba disuelto en la pila a razón de 10 espuertas del normal por una del fuerte. A continuación se “labraba” la mezcla, es decir, se amasaba con los pies para ligar bien los dos tipos de barro. Después con esteras de esparto se iba echando el barro mezclado al “mantillo”, haciendo “canapés”, es decir, unas tiras largas de barro amasado para luego ir sacando los ladrillos.
En estas tiras de barro mi padre, en cuclillas con un cubo de agua al lado, las iba cortando con las manos en trozos y los echaba en el “formero”, molde de dos ojos con el que sacaba dos ladrillos, utilizando el agua del cubo para enrasar el molde con las manos mojadas y evitar que el barro se pegase.
Horno de la Fuentecita que ya no existe |
Los ladrillos obtenidos del molde se dejaban orear al sol; cuando estaban medio secos se ponían de canto formando estrellas con 5 o 6 piezas para que se secasen totalmente. Tras esta operación un grupo de muchachas porteaba los ladrillos hasta la puerta del horno caldeado, donde mi padre los iba introduciendo para su cocción. Colocaba los ladrillos de canto y en hileras de 4 ó 5 evitando que estuviesen pegados unos a otros para su mejor cocción y de tal forma que quedasen unos huecos verticales hacia arriba que sirviesen de respiradero.
El horno de fábrica se tapaba con tierra para que no respirase con lo que se evitaba la pérdida de calor y se mantenía la temperatura de cocción constante. La cocción duraba 2 ó 3 días arrimándosele leña día y noche para mantener el calor.
Tras cocerse los ladrillos, se sacaban del horno y se apilaban en “carros”, montones grandes de ladrillos, que se regaban continuamente con agua durante 4-5 horas para enfriarlos evitando con ello que se rajasen.
Los ladrillos que hacía mi padre eran de dos tipos los normales y los toscos, estos más altos que los otros.
Las tejas se hacían con un torno movido con el pie. Con el barro se formaba un cilindro hueco más estrecho por la parte de arriba que se dividía en dos con una guita obteniéndose 2 tejas. Los lebrillos y cántaros se hacían igual. Para cocerlos se seguía el mismo procedimiento.
Revista 34 El Alcaucil (2002)
Autora: Teresa Paye