domingo, 11 de mayo de 2014

REFLEXIONES EN LA NOCHE. (PACO ROMERO)



C
omo me tiembla el bolígrafo cuando lo agarro para escribir este montón de sandeces. No sé si los garabatos que pongo en el papel resultarán legibles, pues hoy tengo la caligrafía más enrevesada que la cocina de Arguiñano.

Hasta la "o" letra en la que siempre me busco porque me  sale redondita como una rosquilla, me esta saliendo hecha un churro, y las "t" se me tuercen las varillas y juguetean sus palitroques que todas untas parecen antenas de televisión tumbada por el fuerte viento de levante en un tejado.


Después de esta reflexión vaya contar cosas de mi pueblo, el cual tiene una Iglesia y en la Iglesia una torre, en el centro de ella un viejo reloj con sus manecillas detenidas que ya no funciona. Desde siempre, señala imperturbable la misma hora, las 08:00 h. Casi siempre el reloj ha sido un adorno en la fachada Sur de la torre. Para mí que vaya tomar unas copas al bar "del Perro" que está en la misma plaza donde se encuentra la Iglesia donde está el viejo reloj, por muchas copas y charlas que siempre da el vino, salgo a la misma hora que entre en el bar.

Sin embargo hay dos momentos durante el día, dos  fugaces instantes en el que el añejo reloj parece resurgir de su sueño eterno, cuando todos los relojes  del pueblo marcan las 08:00 h el reloj de la torre parece cobrar vida, dos veces - al día, una por la mañana y otra por la tarde el veterano reloj se siente en armonía con los demás relojes. Si alguien pasa en esos dos momentos diría que funciona a la perfección, pero pasado ese efímero instante cuando las manecillas de los demás relojes siguen su monótono camino, el reloj de la torre pierde su pausa y sigue fiel a aquella hora en la que alguna vez se detuvo su andar.

Yo amo a ese reloj por que mi padre durante muchos años estuvo dándole cuerda y cuidándolo para que siguiera su andar. Cuando su edad le impedía ya subir las pesadas pesas que posee, le releve yo.
Así cuanto más hable de él más lo amo, y porque cada vez siento que me parezco más a él. También yo estoy detenido en el tiempo. A veces me siento anclado en el tiempo y soy como el reloj, un adorno parado en el tiempo. Pero ha diferencia del reloj disfruto de esos dos momentos efímeros en el que mi amigo el reloj funciona a la perfección. Pasado esos momentos yo vuelvo a la rutina de mi trabajo, a mi charla entre copas, a mi aburrido andar que llamo vida, vivir es otra cosa. Acostumbro a dar todas  las mañanas un paseo hasta mi pequeño huerto donde cultivo hortalizas ecológicas y flores que me gustan tanto como el vino. Acaricio a mi perro, mi gran amigo hasta que ve una perra receptiva y entonces se acabó la amistad conmigo.
En el campo poseo una antigua chimenea con leña seca para quemar, vino añejo para beber y mucho libros para no estar solo.

Hay que valorar y disfrutar lo que tengamos y no quejarnos de lo que nos falta, no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Cuando tengamos esos momentos de felicidad como nuestro reloj de la Iglesia, esos momentos de encuentro con uno mismo, con los demás, de gozo, vamos a disfrutarlos. Debemos aprovecharlos porque pueden que se vayan y además muy pronto. Hay que disfrutar de la lectura, habrá libros que nos digan más y otros que nos digan menos pero en todos hay algo que aprender. No debemos esforzarnos tanto en el mal vivir, por exigirnos tanto, por enojarnos tanto, por frustrarnos y envidiar tanto.

Todo es más simple, más sencillo e insisto hay que disfrutar cada momento, cada instante, cada segundo, porque nos esforzamos tanto en el mal vivir por exigirnos tanto.

Está bien desear, en aspirar a algo mejor, soñar con tener más un día. Todos merecemos más y en este mundo hay para todos, aunque hay gente que no tenga nada lamentablemente, pero eso es otra historia.

Ultima reflexión por esta noche:

Entre el invento de Dios con la costilla del hombre, para crear a la mujer porque era el que estaba más cerca de su cantera y el de George Ford con el automóvil, en este momento que escribo que es bien entrada la noche, creo que hay más hombre montados en el invento de Dios que en el invento de George Ford.


Revista 38 El Alcaucil (2004)
Autor: Francisco Romero Mota